sábado, 10 de agosto de 2013

LA VESPA MORADA (Un cuento que bien pudiera no serlo)



Os voy a contar un cuento, que para eso somos la capital mundial del ídem.

-Advierto de antemano que hago uso de la licencia literaria de la imaginación, es decir, que basándome en hechos conocidos lo que relato no tiene por qué ser real.  Es la tontada esa de “todo parecido con la realidad, tra la lá, tra la lá…·”  Y si alguno se da por aludido… ¡Mira que tiene que ser malo!-

 LA VESPA MORADA (Ediciòn JRVD. Original fotográfico de Jesús Blanco Orozco)

Erase una vez una pequeña y humilde motocicleta scooter que vivía en una ciudad castellana. Era una moto de paseo, preparada para hacer recorridos cortos y disfrutar de los paisajes cercanos, pero tenía nervio y le gustaba correr. En su tierra había conseguido superar a las demás motos de la comarca y su dueño, viendo la ilusión del artefacto, decidió ayudarla poniéndole piezas de más rendimiento: Un filtro de aire aquí, un carburador allá, mejor combustible... También un gran piloto venido del norte.
Poco a poco llegaron los logros y la vieja aunque remozada Vespa ganó a todos sus rivales; con las victorias, el derecho a competir en carreras más importantes.

Los éxitos continuaron y la gente se lo reconocía. Todos admiraban a la pequeña scooter por lo que estaba haciendo y se sentían orgullosos. Se ponían sus colores y el número con el que competía. Cantaban himnos y viajaban con ella a los circuitos.
Ahora sus rivales eran más potentes y con más dinero, pero eso a ella le daba igual. Desde su humildad fue afianzándose en la competición y ya todos la tenían en cuenta.

Pero al Norte de Aragón una antigua Lambreta pintada de azul y rojo, no pasaba por los mejores momentos de su dilatada historia. En la última competición no le funcionó nada y acabó perdiendo su plaza en la categoría. Ella estaba resignada,  consciente de que su mal rendimiento era la causa. Pero su antiguo dueño, que se marchó a dirigir la empresa que hace las competiciones, no estaba conforme con lo sucedido y juró y perjuró que su moto seguiría corriendo allí fuese como fuese, aunque para ello tuviese que quemar el taller de las motos que hicieran falta.
Desde su cargo de jefe de las competiciones, y escudándose en que la gente hacía trampas con el dinero - que era verdad, aunque a los “Supertramposos no los tratase igual - , comenzó a castigar de forma desmesurada o todo aquél que tuviera alguna incorrección, especialmente a las motos de la categoría que su scooter había perdido, quienes dejarían hueco para que volviera a tener sitio.
 

No lo ha conseguido, aunque sí ha logrado crearse la fama de un jefe cobarde que arremete contra el débil mientras se muestra condescendiente con el poderoso y de hombre taimado que aprovecha las circunstancias para sus intereses.  Y también ha logrado que la pequeña scooter morada tenga que  conformarse con correr en carreras secundarias, las peores, y  deba de volver a ganar a todos para codearse con quienes verdaderamente les corresponde, aunque el piloto se haya marchado y las piezas ya no sean de competición.
Sin embargo ahora toda su ciudad y la provincia entera la conocen, y la siguen y animan con la seguridad de que la injusticia pronto será corregida. Ahora la vieja Vespa morada nos gusta más que nunca.

Y colorín colorado, Forza Depor y ya veremos si la justicia nos permite comer perdices.

Dicho esto, que lo que ha dado opción a que el malo del cuento haya sentenciado a la Vespa morada sea corregido y que los responsables, si los hubiera, sufran el castigo que justamente le corresponda. Los daños al sentimiento colectivo no se curan fácilmente .

Ummm....  Se me ocurre que la Vespa fuera una robusta Sanglas y sus colores rojo y amarillo... Pero no; no vaya a ser que se cuele la política y aparezcan otros cuentos... y cuentas. ¿ Para qué más disgustos ?

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